dimecres, 20 de juny del 2007

Minicuento: Una visita

Revolviendo en el baúl de los recuerdos, he dado con este microcuento que escribí hace un par de añitos en el es.rec.ficcion.misc, el grupo de ciencia ficción. Quizás sea una mierda, pero es MÍ mierda, y es MÍ blog, así que lo posteo porque todavía me gusta. Dicho de otro modo: ¡El gato es mío y me lo follo cuando quiero!

There you go!

Minicuento: Una Visita

En la sala del trono reinaba el silencio. El emperador observaba sombrío como sus consejeros, uno tras otro, evitaban enfrontar su mirada llena de ira. Afuera, en el patio, esperaba la criatura humeante, venida de no se sabía donde, sentada tranquilamente mientras un grupo de soldados la rodeaba con los arcos tensos y las flechas apuntando nerviosas. Un escudero hacía las veces de enlace entre la sala del trono y el patio, y su corazón latía tan rápido, le dolía tanto después de haber subido y bajado las escaleras de la torre tantas veces ya, que creía que si daba una carrera más caería muerto. "Sois menos que escoria...". Ante estas palabras, todos los consejeros miraron al suelo avergonzados y, aúnque uno de ellos empezó a balbucear una disculpa, el emperador siguió pronunciando sus palabras con fría calma, sin permitirle explicarse: "Tened por seguro que si el imperio se salva yo mismo me encargaré de que vuestra cobardía sea recordada y los nietos de vuestros nietos escupan sobre vuestras memorias". Las últimas palabras se mezclaron con el súbito estruendo que llegó desde el patio y todos los presentes, perdiendo la compostura, se abalanzaron hacia la ventana para observar la situación. Sólo el emperador permaneció en su sitio, confundido y esperando ya el final, por lo que fue el único que vio aparecer al escudero dando tumbos, sudando y gimiendo débilmente. El olor a piel quemada invadió la sala, y el brazo del escudero era un desecho negro que humeaba, pero fueron sus ojos, con las pupilas dilatadas por el horror, los que acapararon la atención del emperador. Por un momento imaginó que veía retroceder la cordura en el fondo de esos ojos. Antes de derrumbarse agotado, el escudero tuvo ánimos para aullar:
"¡Caballeros! ¡La guardia al completo ha sido derrotada! ¡Abrasada!". Los consejeros gritaban asustados, pero el emperador se puso en pie y desenvainó su espada, decidido a plantar cara a la criatura cuyos pasos resonaban ya por la escalera que llevaba a la sala del trono.

A estas alturas sólo quería volver al hogar. Su tutor le había advertido que los habitantes del mundo inferior eran ignorantes, que se enfrentaban con miedo a aquello que desconocían, pero el no le había hecho caso. De su fragilidad había tenido pruebas directas, pues ninguna de las criaturas había sobrevivido a sus intentos de intentar comunicarse. Ahora tenía delante a un individuo diferente del resto, que ni gritaba ni intentaba huir de él. Más allá se agrupaba un grupo de criaturas que temblaba y se abrazaban las unas a las otras, emitiendo sonidos similares a los que había escuchado hasta el momento de los especímenes que se había encontrado hasta el momento. Emocionado por encontrar a un individuo valiente que no quisiera huir de él, el dragón tomó aire para saludar al emperador.

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